Empezamos a
entender “La sociedad del espectáculo” al definir la palabra espectáculo.
Dentro de las definiciones de la RAE, la que más se aproxima es “Cosa que se
ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la
atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor y otros afectos
más o menos vivos o nobles.” Es decir, dentro del contexto de la película, el
espectáculo puede ser tanto obras de arte, cine, televisión, publicidad, hechos
históricos o públicos, etc.
Aclarado esto,
entendemos ahora que la película denuncia la manipulación del espectáculo
–cualquiera sea este- por la élite de poder en un mundo capitalista. Entendemos
también, entonces, que el espectáculo es algo muchas veces montado, como un eco
de nuestra realidad, una aspiración, una alienación (aunque no esté de cien por
ciento acuerdo con esa palabra en estos tiempos de globalización): “El espectáculo
constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante y la afirmación
de toda vida humana (y por tanto social) como simple apariencia”.
Y no sólo es un
eco o una aspiración, el espectáculo también tiene un objetivo, como todo
proyecto lo tiene: es “el resultado y el proyecto del modo de producción
existente” “producto de la división del trabajo social y del órgano de la
dominación de clase”. El espectáculo como lo conocemos busca el poder, el
control sobre las masas, y se da fácilmente gracias a un sistema económico que
lo permite: “No es más que la economía desarrollándose por sí misma”. Es tan
fácil como decir que quien tiene dinero y poder, dirige el mundo: “El
espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en
imagen.”
El control que
se ejerce sobre la masa, además, llega con un mensaje que busca plantar una
idea, una opinión o, más importante, un modo de vida: “No dice más que “lo que
aparece es bueno, lo que es bueno aparece”.” En este sentido, hablar de
alienación es un poco más complejo, ya que el término aplicado actualmente al
espectáculo es una especie de realidad platónica con la que sueña el
espectador, o en el peor de los casos, cree que tiene: El espectáculo es la negación
de la vida que se ha hecho visible.
“La burguesía
ha llegado al poder porque es la clase de la economía en desarrollo”
A lo largo de
la historia, este mecanismo de protección del poder ha ido transformándose
hasta llegar al momento en que la lucha entre burguesía y proletariado es
dominada de manera muy sutil por la sociedad capitalista: La clase capitalista
“es modesta sólo en este punto, pues su inexistencia oficial debe coincidir
también con el nec plus ultra del desarrollo histórico, que simultáneamente se
debería a su dominio infalible.” Y hago hincapié al decir que sólo de esta
manera es que se logra controlar a la masa descontenta, pues se expone a una
realidad comprada por la sociedad capitalista, y se logra mantener a raya a
algunos como hacer pasar por dementes a otros: “La burocracia debe ser la clase
invisible para la conciencia, de forma que toda vida social se vuelve demente.”
Al día de hoy,
el espectáculo es parte esencial del capitalismo, que lo ve como una herramienta
útil para marcar el ritmo de vida, que a su vez define las pautas de lo que se
consume, piensa, vive e incluso llega a redefinir nuestros conceptos de
visualidad, de calidad de vida, y -por supuesto- de espectáculo: “El tiempo de
consumo de las imágenes (…) es inseparablemente el campo donde se ejercen
plenamente los instrumentos del espectáculo”.
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