"La desvalorización del mundo humano crece
en razón directa
de la valorización del mundo de las cosas"
Karl Marx
Vivimos en una sociedad donde todo entra por los ojos. Uno vive de y para una apariencia, lo más lamentable es que quién marca la pauta de esta apariencia, no es cada uno, si no un sistema que se favorece de esta desvalorización del mundo humano, en palabras de Marx.
Guy Debord nos ofrece una visión personal y a la vez globalizada de este proceso, en su época, y actualmente; sistema ya establecido.
La obra La Sociedad del Espectáculo nos propone analizar la sociedad desde el consumismo, y a su vez desintegrar a este y llevarlo al punto de que la materia de consumo principal es la imagen, el espectáculo. Debord nos plantea que la sociedad busca ser espectáculo, y cada integrante imagen de este, esto nos presenta desde ya varias problemáticas:
1. El espectáculo permanente del "no-vivo". Unifica la sociedad
2. Sociedad real basada en mentiras. Lo real es fantasía
3. Afirmación de que la sociedad es simple apariencia
4. El espectáculo se presenta como lo correcto e inaccesible. Lo bueno se muestra
5. Quien determina el espectáculo es un sector separado. Reafirmación de la desunificación de lo que no existe
6. El mundo es imagen. La imagen es un ser propio
7. Toda extensión de la sociedad es un espectáculo
8. El modelo económico marca la pauta del espectáculo
En estos ocho puntos se resume la problemática de la sociedad-espectáculo, unos relacionados con los otros.
En primera instancia Debord nos dice que la sociedad se encuentra permanentemente actuando, de sobremanera se sabe que la actuación es una farsa, algo fingido, algo forzado; por ende, nos dice que la sociedad está basada en mentiras y que lo real es fantasía, en teoría la sociedad no es real, sino un modelo de un deseo respecto a una apariencia.
Debord lo denomina como el "no-vivo", una imagen sin vida que podría representar a cada integrante o a la sociedad en su totalidad, lo llama "no-vivo" (sin vida) ya que al vivir una falsa realidad no está participando de una vida propia, transita en el limbo de lo real, lo cual está completamente alejado, y lo que quiere ser. Este ser "no-vivo" se estanca en este limbo, sin tener una actitud propia y siguiendo la de una estructura. Ahora bien, esta estructura que se busca por medio del espectáculo no puede ser real, es una simple apariencia; en primer lugar por el punto antes mencionado de que lo actuado es una farsa, y en segundo lugar porque quien dictamina este modelo no es quien lleva acabo el espectáculo, sino un sector separado que va a beneficiarse. En este punto nos encontramos con una doble negación a la realidad: la ficción de una vida en sociedad, y el hecho de que esta ficción sea decidida por un sector externo a quienes participan del acto; Debord llama a esto la desunificación de lo que no existe. La sociedad se encuentra separada por quienes determinan y quienes llevan acabo, sin embargo ambos están realizando su propia ficción, su propio espectáculo, es decir, la sociedad está falsamente dividida, se delimita la fantasía.
Este sector apartado que determina el espectáculo -quien viene a ser el modelo económico que rige el lugar- es el modelo económico. El espectáculo está visto como lo correcto, como los cánones de vida que uno debe seguir, aquí entra el consumismo: partiendo desde el punto de que uno consume este espectáculo, lo cual lo lleva a consumir la imagen "correcta" del cómo vivir, qué comprar, qué decir, cómo verse (factores que favorecen al modelo económico). Toda extensión de la sociedad es un espectáculo, esto nos lo dice Debord haciendo énfasis en que cada acción sobre la que uno realice una muestra, se tratará de un espectáculo porque existe ya un modelo predeterminado en la mente de cada quién, y al predisponerse en cómo se debe actuar, está ya rodando el espectáculo.
La imagen es un ser propio. Líneas más arriba se habla sobre la falsedad de la realidad, la cual es puramente una imagen, esta imagen tiene una realidad propia, por ende vida propia, y es esta la vida que el espectáculo busca alcanzar.
Uno de los espectáculos más antiguos es el poder. El poder necesita mostrarse y ufanarse para subsistir, pero el poder no existe, el poder sin la opresión no existe, el poder sin espectáculo no existe, y el espectáculo es ilusorio.
Debord, a partir de este ejemplo nos plantea que todo espectáculo necesita una autojustificación, y que esta también radica en el espectáculo ya que la imagen sin público no tiene validez.
En conclusión, nos encontramos en una sociedad donde lo que consideramos real no es más que la imagen que buscamos de nosotros mismos, habría que cuestionarse la remota posibilidad de no estar contaminado de estereotipos o modelos, para así poder actuar desde fuera y no como partícipe directo del gran espectáculo.
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